jueves, 6 de septiembre de 2012

Realidad de una mujer en Afganistán



Antecedentes


Durante la época de la monarquía las mujeres tenían teóricamente los mismos derechos que los hombres, la educación era obligatoria para todo el mundo y, incluso, desde el Gobierno se hicieron campañas contra el hecho que las mujeres llevaran el velo islámico. Después, con la ocupación soviética (1979-1989) y, posteriormente, con la dominación de los jehadis (1989-1996) y los talibanes (1996-2001), la mujer se convirtió en arma de guerra, sin ningún tipo de derecho, ni siquiera los más fundamentales.

Según el Corán, la mujer vale la mitad de un hombre: hereda la mitad y su palabra sólo se equipara a la masculina si esta es respaldada por el testimonio de otra mujer o de un hombre. 

A lo largo de todo este periodo, las mujeres perdieron sus derechos porque deben seguir las leyes del Corán, es decir, deben quedarse encerradas, no pueden hablar con los hombres y no pueden trabajar ya que según el Islam "la mujer es una flor que debe permanecer en la casa, en agua para que el hombre al volver huela su perfume".



Hoy en día…


Actualmente, tras el derribo del régimen talibán, la nueva Constitución afgana estableció la igualdad de “todos los ciudadanos ante la ley”, sin diferenciar entre hombres y mujeres. En consecuencia, las afganas pueden votar en las elecciones, ser candidatas y servir en cualquier cargo oficial. 




Los derechos que tienen las mujeres son muy limitados, aunque la Constitución Política tenga incluida algunas normas que parece que las protejan. Muchas de estas normas todavía no se cumplen. Además, las mujeres sufren maltratos por parte de sus maridos y no tienen posibilidad para defenderse, porque no existen programas integrales por su protección.
Las nuevas autoridades también suprimieron la obligación de que tuvieran que cubrirse con la burka para salir a la calle.

Sin embargo, esos avances sobre el papel apenas se han trasladado a la sociedad en las ciudades. Muchas familias, sobre todo en las zonas rurales, aún limitan la libertad y la participación en la vida pública de sus madres, esposas, hijas y hermanas.

La situación es especialmente sangrante en el caso de las mujeres, cuyo punto de partida está muy por debajo de la media nacional en todos los indicadores (el 87% son analfabetas frente al 57% de los hombres, y su esperanza de vida no supera los 51 años). Pero lo peor es la violencia. En un país que ha encadenado guerras desde hace cuatro décadas, es una lacra institucionalizada. 

De acuerdo con la ONG Oxfam, el 87% de las afganas declaran haber padecido violencia física, sexual o psicológica, o ser víctimas de un matrimonio forzado.
 

Maternidad


En Afganistán no existe planificación familiar, muchas mujeres dan a luz a sus hijas e hijos en su casa. Esto influye en la salud de las madres, ya que según el Informe Mundial del Madres de 2011 sitúa a Afganistán en el último lugar, es decir como el peor país para ser madre.

El ejemplo más claro de esto es el siguiente: “Una mujer noruega recibe una media de 18 años de educación obligatoria y vivirá aproximadamente hasta los 83 años; el 82 por ciento utiliza métodos anticonceptivos modernos y sólo una de cada 175 perderá a un hijo o hija antes de los cinco años. 


En contraposición, una mujer afgana recibe menos de cinco años de educación obligatoria, y no vivirá más de 45 años. Menos del 16 por ciento usan anticonceptivos y una de cada cinco criaturas pierde la vida antes de cumplir cinco años. 






Con esta cifra, todas las madres afganas tienen una elevada probabilidad de sufrir la pérdida de al menos uno de sus hijos o hijas a lo largo de su vida.

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