Para San Agustín el hombre
está compuesto por dos sustancias, alma y cuerpo. El cuerpo está formado por
los cuatro elementos; y el alma, principio vital del hombre y de los animales,
está dotada de memoria, apetito y facultad cognoscitiva. Respecto al origen del
alma duda entre un creacionismo y un generacionismo o traducianismo.
El
hombre tiende por naturaleza a la felicidad, que consistirá en la unión íntima
con Dios: ascenso a Dios desde la intimidad humana. Para conseguirlo es
necesario el esfuerzo humano y la ayuda de Dios, la razón y la fe: ambas se necesitan
mutuamente. La ayuda de Dios se efectúa por medio de la fe, que purifica la
mente, y de la iluminación, que permite ver a Dios (Dios es el sol que ilumina
la inteligencia para que esta pueda ver las verdades eternas que están en el
interior).
El
esfuerzo humano lo realiza el hombre con sus potencias más nobles: la voluntad
(amor a Dios, que es el Bien sumo) y la inteligencia (poseyendo por la
iluminaci6n la suma Verdad, que es también Dios).
San
Agustín estudia a Dios demostrando su existencia y estableciendo sus atributos,
su esencia. Demuestra su existencia por las cosas exteriores (su orden,
belleza, bondad y contingencia se deben a Dios) y por la mente interior humana:
las verdades universales y necesarias no se deben al entendimiento humano que
no es necesario ni universal, sino a la Verdad Suma, a Dios. Los atributos
divinos son: ser sumo, inmutable, infinito, único y perfecto.
El
mundo sensible es creado por Dios de la nada, conforme a las ideas inmutables
y eternas que previamente existían en la mente del Creador. Y junto con el
mundo aparece el tiempo: el tiempo aparece con la creación.
Para
San Agustín la historia tiene un destino marcado por Dios. Así, distinguirá
entre la ciudad terrena, fundada sobre el amor egoísta, y la ciudad eterna,
fundada sobre la caridad cristiana. Toda la historia es una lucha entre estas
dos ciudades o amores y concluirá con el triunfo de la ciudad de Dios.
Podemos concluir que en San
Agustín la filosofía no es solo un sistema racional sino una estructura unida a
la religión, que se descubre con una especial actitud del hombre que volviendo
a su interioridad se eleva hasta Dios.
Como para San Agustín lo
importante es explicar la relación entre el alma humana y Dios, entonces fe y
razón no son más que medios o instrumentos que se exigen mutuamente para
encontrar la verdad.
Por lo tanto fe y razón no
se excluyen, sino que se complementan. Ni creer es algo irracional, ni el conocimiento
racional (de Dios) destruye la fe. Para superar estas posiciones excluyentes, San
Agustín propone que la fe se sitúe al comienzo y al final de la especulación
racional. Primero como una condición necesaria para que se ponga en marcha una
investigación sobre temas que de otra manera permanecerían ignorados, (la fe es
guía y pauta de la razón), por otro lado la investigación racional dirige al
hombre hacia la fe, ésta elimina las dudas consolidando el conocimiento
racional.