La Ética de Aristóteles
“Sólo hay felicidad donde
hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego”
La
ética de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda de la felicidad.
Para algunos, la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las
riquezas; pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le
es propia al hombre, es decir, en la vida intelectiva.
Ello
no excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes,
con tal de que no impida la contemplación de la verdad. Sobre esta base
desarrolla Aristóteles el concepto de virtud. La virtud consiste en el justo
medio. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar
regido por la prudencia o regla recta.
Hay dos modalidades de virtud:
·
Las dianoéticas (que se
refieren al ejercicio de la inteligencia)
·
Las éticas (que se refieren
a la sensibilidad y los afectos).
Todas
las virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición. La virtud
por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes
y en el respeto a los demás ciudadanos.
La
metafísica
La preocupación metafísica de Aristóteles es a la vez
crítica, con respecto a la de su maestro Platón, y constructiva, puesto que se
propone una nueva sistematización. Lo
que pretende con la metafísica es llegar a saber "de los principios y de
las causas primeras". Aborda los temas de la metafísica en lo que él
llama "filosofía primera", ciencia que considera el ser en cuanto
ser. Por ocuparse de las primeras y verdaderas causas, puede ser considerada
igualmente ciencia de lo divino, ciencia teológica.
Aristóteles
rechaza la teoría platónica de las Ideas separadas de los entes de este mundo.
Lo verdaderamente existente no son los "reflejos" de las Ideas, sino
los entes individuales, captados por la inteligencia y en los que reside el
aspecto universal. En todo ser se da la sustancia y el accidente. Las
sustancias sensibles se hallan constituidas por dos principios: materia, que
dice de qué está hecha una cosa, y forma, disposición o estructura de la misma.
La ciencia metafísica de Aristóteles culmina en la
teología, la cual se ocupa del ser que existe per se, o sea, el ente en
su sentido más pleno, la forma pura sin materia. Para probar la existencia de
ese ser, apela a varios argumentos:
"Entre
las cosas que existen una es mejor que la otra; de allí que exista una cosa
óptima, que debe ser la divina".
Su argumento más conocido es el denominado de predicamento cosmológico: las
cosas de este mundo son perecederas, y por lo tanto sufren cambio; este cambio
acaece en el tiempo. Cambio y tiempo son, pues, imperecederos; más para que se
produzca el cambio o movimiento eterno ha de existir una sustancia eterna capaz
de producir ese movimiento.
Pero no podemos retrotraernos al infinito para buscar las
causas de las causas, por lo que debemos llegar a un Primer Motor inmóvil.
Este motor es Dios, concebido por Aristóteles como fuerza inmaterial
inalterable. Ese Ser, sin embargo, no aparece en Aristóteles como
creador del mundo, porque éste es eterno.